domingo, 22 de mayo de 2011

Error de cálculo

Hoy he vuelto a pensar en él. Y él nunca ha existido. Pero he vuelto a pensarlo. Él y su aliento de plata. Él y su piel con el verano encendido. He creído que tal vez, si me escucha pensarle, venga y vuelva a arrasarme y hacerse ola y musgo, y a treparme, y a llevarme a ese terreno liminar que ahora sólo me viene en sueños y que me deja la garganta seca.

He pensado en él. No dejo de repetir que nunca existió. Ni él, ni su burda manera de pronunciar. Ni su risa de niño. De niño tonto. No existió nada de eso. Y tampoco yo claudiqué a la urgencia de lo táctil. No fui pájaro viento tibieza.

El algodón de las sábanas. Los pies que intentan buscar el aire. Todos los lenguajes epidérmicos.
He pensado en él por un error de cálculo. Me pudo la siesta. El letargo de las cuatro. La irrealidad que se cristaliza en la frontera de lo onírico y lo que es (que es menos, a veces). Y vino él, y su canto, y su sombra, y todo lo que yo he podido inventar, al ir caer de los días.

Él nunca ha existido. Yo soy una sombra.

2 comentarios:

  1. Tan sugerente como bañarse en mercurio

    e igual de tóxico

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  2. Sí, es cierto: hay un grado de toxicidad palpable. Hay luces y sombras también en los anhelos. O eso me parece.

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