jueves, 4 de julio de 2013

Lo que debe ser


Te juro que hago todo lo posible para que no lo veáis.

Pero esa tarde estaba con la guardia baja y teníamos que caminar tres o cuatro manzanas atestadas de gentes rebajadas en julio. Y aunque lo intentase, ya estaba en la alucinación y tú no caminabas a mi izquierda; estaba tu voz que hacía todo lo posible por ser un contrapeso. Y yo te decía eso de que no pasaba nada, que nosotras teníamos la sangre enferma y que éramos supervivientes de la locura, que blandíamos el germen de la locura en nuestros cromosomas y que así debíamos vivir, así habíamos aprendido a vivir, al menos.

Voy a ordenar todo esto, P. Voy a justificarme. Quiero hacerlo. Creo que ahora sí sé lo que estoy diciendo. Lo he pensado durante tres días para estar más segura.

Ese día no, P. Ese día estaba fuera. Perdón, estaba dentro. Es decir, que no estaba contigo en esas cuatro manzanas. Si vinieron a mí tus palabras. Recuerdo lo que me contaste porque te vi cuando eras niña, ya con tu carne de naranjo en verano, y mirabas tu propia historia y se te abrían los ojos. Yo sentí que tú me hablabas desde los diez años (todo esto me lo he inventado, pero era así como yo le daba forma cuando tú me lo hablabas); venías de la piscina y tenías el pelo enredado. Te envolvías en la toalla y entrabas a tu casa. Y mirabas todo aquello que era tu secreto con esa misma cara que me estás poniendo a mí, de entre compasión y ternura y un poco de pesar.

En fin, P, que ese es tu secreto, pero que sí que te escuché, y que yo tenía que haberme callado y no pude, porque no estaba allí, sino que estaba en mí, en mi alucinación.

Hago todo lo posible para que no se me note, pero esa tarde pasó. Hago todo lo posible para que el monólogo esté encubierto. He necesitado largas horas de espejo. Transformaciones apenas apreciables que han ido modificando mi rostro hasta ser lo que debía ser. Para crear el espacio preciso, una distancia de más de un palmo que mediara entre el afuera y el monólogo.

El monólogo corrupto. El monólogo que devora todo, que me lleva tan dentro de mí que casi me extingo. Y que me engatusa, joder, que me pierde. Si no fuese por el monólogo, - enfermo, tórrido, violento, vaginal, medular, viviente - ya me habría podrido de lo que debe ser. Esto es así, P, bonita, me da todo bastante asco. Yo a mí misma me doy mucho asco. No puedo escribir la mitad de mis pensamientos rumiados. No me dejo. Saco una especie de regla y me golpeo: no, no, no. Así que,  sí, casi todo pasa de puertas para adentro. Cuando rumio. Cuando comienza esta columnata de ideas ascendentes y descendentes que me turban y me desposeen. Te juro que hago todo lo posible para que no lo veáis, pero me pillaste con la guardia baja y había cuatro manzanas con calor y gente.