viernes, 9 de octubre de 2009

Días de fiesta

Una pausa para reconciliarme con la vida tranquila. Días de asueto para ver la luz del sol con otros ojos, los ojos del reposo, una mirada serena. Estamos en octubre y la vorágine del día a día me ha convertido en un ser multiplicado, que puede estar en cualquier lado en cualquier momento, pero siempre corriendo. Y hoy, por fin y gracias, me he relajado. Me he despertado a la hora que yo considero idónea para mi cuerpo, esto es, las ocho de la mañana, he tomado mi café y, en pijama y en silencio, he dejado fluir el tiempo entre estudios y lecturas. Después, he recogido la casa, he fregado incluso lo que había dentro del lavavajillas, he hecho la cama, he hervido coliflor, he doblado la ropa. Ya ves tú, qué cosas más tontas pueden hacerme sentir bien. Pero sí, lo confieso, aunque soy yo la que se propone siempre metas más altas y procura alcanzar la luna, siento un íntimo placer en lo rutinario y cotidiano, en lo sencillo y más elemental. Como comerse una manzana a las once de la mañana.

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