domingo, 11 de octubre de 2009

Anguila

Así, en pijama de algodón, como recién levantada, sin maquillaje ni tacones, con las gafas y el pelo enmarañado parezco inocente y pequeña y naif y transparente.

Hace un rato ha venido mi madre a transplantar una enorme maceta que yo apenas podía mover. Es la tercera vez que la cambiamos de tiesto. Mi madre lo resume diciendo que a la planta "le ha gustado el sitio". Yo empiezo a temer que quiera invadir mi vivienda. Crece mucho y está preciosa. Todas mis plantas están preciosas. Me costará encontrar una terraza tan bonita como esta. Le he contado la noche de ayer a mi madre, le he vuelto a explicar porqué utilizo poco la cocina, porqué esta vida, que si yo quiero esto, que si tengo esto otro, que si sueño, que si no, que si tal. Las madres deben tener una paciencia infinita, porque reconozco que muchas veces me repito. Y ella atiende, siempre atiende a mis palabras, sin quejarse, sin reprochar. Y no sólo atiende, sino que además, hace que me sienta escuchada y comprendida, y querida. Y ahora que lo pienso, jamás seré tan buena madre como mi propia madre. Y luego hemos hablado del amor. Y de las amigas, de sus amigas. Y de cine. Y luego le he enseñado un pantalón nuevo que tengo y me ha preguntado que qué quiero para mi cumpleaños, y le he dicho que alguna camisa, y que la talla será la XS. Entonces, entonces ella me ha descubierto algo muy importante. Ha dicho: "Estás muy delgadita, eres muy pequeña. Pareces una anguila. Eres mi anguilita". Tantos años preguntándome que soy y mi madre tenía la verdad. Soy una anguila.

2 comentarios:

  1. acabo de descubrir este sitio... y me alegro mucho, querida anguilita

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  2. Lo mismo digo. No sabía que volvieras a escribir en público, ni que lo hicieras tan bien!

    Un abrazo

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