sábado, 30 de abril de 2011

Restos de un sueño, narrativizado

Una fisura ha filtrado retazos de los sueños de ayer noche.
Era México o cualquier país de calles de tierra y polvo. Ocurría de noche, en un suburbio, entre callejones oscuros y casas inacabadas. Caminaba. Caminaba deprisa. No iba sola, creo que tenía un niño en brazos que era algo mío: hermano, sobrino, hijo. No lo recuerdo, pero me asustaba: debía protegerlo y yo no era capaz de protegerme a mí misma. Recorría callejas y subía escalones sin baranda, y aparecía en una encrucijada. En todo el camino había ojos que me observaban, que miraban agazapados en la sombra. Intuían mi miedo, como yo sabía el suyo. Todos éramos animales acobardados en la noche. Pero había llegado a la encrucijada con más polvos y sombras, y matorrales secos. Había una pareja de hombres uniformados. Yo desconfiaba de ellos, pero se acercaron y me preguntaron dónde iba. Les explicaba no sé bien qué. Hablaba y me esforzaba en no ser yo: se podía ver que necesitaba ayuda, pero mi vulnerabilidad debía disimularla. Bromeaban y me indicaban el destino que debía coger. Les daba las gracias. Sonreía. Les volvía a dar las gracias. Decía algo así como que era de fuera, gracias, no conozco bien esto, gracias. Me dirigía hacia allí. Ellos permanecían mirándome. Poco a poco, sólo eran ojos, lejanos, que observaban.

No hay comentarios:

Publicar un comentario