Estoy esforzándome en aprender a caer.
Reparto el peso en el cuerpo, lo
amontono en los costados, donde los costados son una de las esquinas de una
estancia en que se está pintando, y el peso, todo el mobiliario que contiene.
Si vas a golpear con la rodilla en el
suelo, haz lo posible por traerte el peso al pecho. El peso al pecho: desplaza
los muebles hasta la cavidad torácica, amontónalos a sólo tres dedos de la
garganta.
Como la gravedad exige urgencia, ya,
cae.
Cae.
Estoy esforzándome. Cultivo la caída en
la demolición del cuarto propio.
Impresionante poema, Olivia. No sólo por anticartesiano. Si no por la precisión en el estrago, que deberá ser, más temprano que tarde, celebración del cuerpo. Reconozco ese costado.
ResponderEliminarSi no. Es nuestro sino.
ResponderEliminarMuchas gracias, Antonio. El cuerpo habitado.
ResponderEliminarMe proclamo, siempre incondicional, lo fui, y vuelvo a ser, después de mi caída.
ResponderEliminarGracias, Jordi. Muchas gracias.
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