jueves, 27 de febrero de 2014

Recuerdo


Le cuento de los recuerdos de las vidas no vividas. Le digo que a lo mejor sí sucedió. Que es un recuerdo, que tiene la densidad, la corporalidad de un recuerdo, y no de una ensoñación. Recuerdo mi vida en Nueva York. Recuerdo mi vida en Copenhague. También hay una casa de campo en un campo que no conozco y que está lejos de todo. También está México por las noches; esto lo recuerdo menos porque pasé varias semanas alimentándome de tequila. Estaba intentando estallar o estaba intentado no enamorarme. En Copenhague la luz era la misma que en la siesta de invierno, pero sonaba otra cosa. Pasaba muchas horas sola y en silencio. Hay luego una ciudad centroeuropea donde ha llovido y una pieza de música electrónica que me pinza los nervios pero que me quiere; camino por una calle húmeda. Estoy gris. Luego somos más los que caminamos por la calle húmeda que también es gris y empieza a anochecer. Ellos van dos pasos por delante; cuando se giran a mirarme, sonrío para que no se note lo húmedo o lo gris. Otras veces estoy aquí, sólo estoy aquí; noto que la ciudad pasa fuera y que este es un buen escondite. Y que yo soy un secreto. Me concentro en el sonido del reloj de la cocina.

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