jueves, 2 de enero de 2014

Siete

Te voy a contar por qué madrugo, ¿quieres? Por qué estoy aquí, si podría estar en la cama hasta las dos de la tarde. Si podría pasarme el día entero en la cama, por qué estoy aquí a las seis y media. Por qué estoy aquí a las seis, por qué las siete es tarde. Empiezo. Te voy a contar por qué madrugo. Es por el ruido, ¿sabes? La luz del día, el movimiento de la vida, la luz del sol (se parece mucho a la del día), el movimiento de las personas y sus aparatos. Todo ese ruido, ahora, todavía, no ha sucedido. Esa es una razón fundamental. El ruido acontecerá dentro de dos horas.

Luego está lo otro. La silueta de los edificios que parece estar quemándose. El fuego es rojo, naranja y azul. Sí, el fuego también es azul. Lo veo todas las mañanas quemando los edificios, la silueta de los edificios. Como si no pasase, y todo ardiendo. Todas las mañanas ante mí, el fuego primero. (El fuego primero no es el dolor primero que te contara el otro día; se asemejan en lo elemental, pero son materiales distintos, contrarios. Creo.).

Sigo.

Y luego la otra razón. Todo el café amargo que no deje dulzor en la sangre. Es un protector del ánimo.

Podemos empezar.

(Escúchalo aquí).

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