viernes, 24 de junio de 2011

Te inventas una memoria rural.

Quiero decir junco y quiero decir naranjo.
Y quiero decir acequia, sedimentos, sendero y sol.
Digo muslo, y carne, y más sol, y pecho, y sudor.
Digo aliento. Aperturas. Entreabrir.
Digo violencia, digo fluido, digo torrentes y torrentes.

Barro.

Y manos que arañan la tierra. Y una torpeza ruda. Y el síncope del mediodía o de la media siesta. Y digo cabello, cabello desordenado, descompasado. Los ojos que se ciegan con el sol caliente y blanco. La boca y su parálisis. El cuello que se curva. Y el placer, que se parece al dolor en sus gestos.

El paisaje ha quedado detenido.
Una nube mínima y redonda atraviesa la escena.
No me importa qué pasa después.

domingo, 19 de junio de 2011

Brotar. Ser alarido.

Comenzaba en el suelo, en la tierra, semiatrapada en la cobertura de las formas. Con los primeros acordes, aparecían los movimiento rotatorios y circulares. Una pierna. Una pierna comenzaba la fuga de la disciplina de las rectas. Surgía, entre convulsiones, desprendida y acompasada por los demás miembros del cuerpo. (En el segundo tempo, yo ya había desaparecido). La otra pierna brotaba violentamente hacia el cielo, y el tronco y los brazos buscaban ascender como en busca de la luz, de una luz debilitada o perdida no se sabe cuándo. Ansiaban salir de los cuadrados, el cuerpo y sus partes.

(Los cuadrados ahogan. Los cuadrados quisieron matarme. Y aprendí a ser una espiral que se disfrazaba con ángulos rectos).

(La matemática prevé el caos. La matemática hace cosas hermosas y hace cosas violentas. Yo no puedo explicar lo que sólo sé desde la región límbica).

En la verticalidad, en la atmósfera de esta soledad, en estas paredes, el cuerpo es una burbuja que se mueve libre, que danza libre, que describe formas más bellas que las formas que se pueden nombrar. A veces el cuerpo es una rosa. Otras veces, el cuerpo es un alarido. Las cantatas religiosas como fuente de concupiscencia. Es así, no puede ser de otra manera en estas coordenadas. El cuerpo, la carne, el movimiento, el aire, la densidad, el éxtasis, la virulencia del éxtasis. Los labios, entreabiertos, como detenidos en un suspiro, dibujando la curvatura que trazan los anhelos.

miércoles, 8 de junio de 2011

Yo tenía un body

Yo tenía un body que era de mi madre.
Era un body negro, de licra y con encajes negros.
Yo tenía un body que era de mi madre y cuando lo vestía, los labios se me hacía rojos de saliva y misterios, y tenía una sed que era otra.

Tenía una sed desconocida, pero bebía agua, agua bien fría, porque el agua siempre me ha hecho feliz y bonita.
Pero la sed seguía, esa otra sed, de cuando vestía el body que era de mi madre.
Esa sed de plata y quemadero. Esa sed que tenían los mayores cuando se cerraban las puertas. Cuando cerraban las puertas, la sed de los mayores, que era negra y de licra y con encajes negros.

Y la sed o el body - ya no sé bien - te hacía los labios rojos y terruños, y te hacía musitar, sssssshhhhhhh, sssssssssshhhhhhh. Y casi te hacía ser un gemido obsceno, pero tú no sabías que era era eso de gemir ni que era eso de obsceno, así que bebías agua, agua bien fría, y te mirabas al espejo el body y la sed y los labios, y pasaban cosas que no tenían nombre.

domingo, 5 de junio de 2011

Rostro

A veces pasea por la calle con la certeza de que su rostro es otro y de que no puede ser reconocida. Su rostro es diferente del de la semana pasada, porque durante aquella semana, el cielo estaba gris y ella estaba apesadumbrada de hormonas y humedales solitarios; en cambio esta semana los cielos son mucho más nítidos y ha aprendido nombres de nuevas plantas. ¿Cómo va a ser su rostro el mismo? ¿Cómo podría reconocerle el señor que vende la prensa o la mujer de la panadería (donde compra un pan delicioso con semillas y pipas y semillas y pipas hasta que se acaba)? Ni siquiera ella, cuando se mira al espejo, piensa que es la misma que se lavaba los dientes por la noche. Hay líneas que se van modificando. Sombras, o apariencias de sombras. Incluso gestos nuevos, de reciente creación. Hoy por ejemplo, la ducha tenía la magnitud del césped cuando es cortado a las siete de la tarde, y su perfume, las moléculas de su perfumen, vagan por las fosas nasales de todos los transeúntes. Bien, pues eso, ¿cómo iba a ser su rostro el mismo después de esa ducha? Siendo esto así, cada lugar donde acude lo hace como si fuese la primera vez en su vida. Vuelve a empezar y le gusta.

Hay, sin embargo, una cuestión que le inquieta constantemente: si ella no es capaz de reconocerse plenamente cuando está delante del espejo, ¿cómo la identifican sus progenitores o su hermana o sus amigos? O más grave aún, ¿cómo puede tener amigos si su rostro muta y muta y muta a cada vivencia?

jueves, 2 de junio de 2011

Sonidos

[El ruido de las moléculas. Su susurro. El crujir de la materia. Todo está sucediendo, como una melodía que no llega a agotarse. El ruido molecular, todas las vidas haciéndose. Tus ideas, las moléculas de tus ideas, entrelazándose, las unas con las otras, formando una cadena de raíces, anudadas, enredadas. -Mas allá de allí, tal vez esté el aleph. La contemplación del todo. La absoluta conciencia-. Los acordes del silencio no cumplen patrones estables; nacen de la fusión nerviosa de todos los compuestos].

Me tumbo en el parquet. Intento imaginar las entrañas de la madera.
¿Cuándo la luz entra, así, tangencialmente, y se deja caer sobre el sofá, la mesa, mis propias piernas... estará sonando? ¿Puedo escuchar esta luz?

Pasa esto.
Vibro como una cuerda de guitarra metálica, en una ondulación sin fin.